Ilustraciones

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domingo, 21 de octubre de 2012



PRÓLOGO




  El arte es una experiencia creadora del hombre y, como tal, implica la presencia de una idea o contenido y un medio, es decir un lenguaje, para comunicarlo. Éste supone, a la vez, una materia, de la que parte el artista, a la que dará una forma, configurando así la obra. Las artes pueden agruparse en tres grandes ramales: las plásticas (arquitectura, escultura, pintura), tangibles, visibles, relacionadas con un espacio físico; las musicales, cuya materia es el sonido, audible y que transcurre en el tiempo; las literarias, cuya materia es la palabra representada en la escritura y que también se capta a través del tiempo de la lectura o audición.

  En la literatura pueden distinguirse, siguiendo a Aristóteles, tres géneros: el épico (objetivo-narrativo), el lírico (subjetivo) y el dramático (representativo) de acuerdo con su aparición histórica en cada pueblo.

  La lírica suele surgir cuando se han apaciguado los ímpetus guerreros y se hace lugar a la introspección.

  Dice María Esther en su “Pretexto”:”La poesía es un puente entre dos almas, es una emanación del espíritu”. “El poeta simplemente vuelca su sentir, un impulso que se le impone”. Pero detrás de este volcar, hay un proceso de elaboración para poder comunicar ese impulso que urge ser dado a luz.

  Algunos poetas manipulan las palabras, buscando, como orfebres, el entrelazo de unas ideas y sonidos para decir su vivencia.

  Otros, tal el caso de nuestra autora, aparecen más espontáneos y se hunden en su rica emocionalidad de la cual extraen un cosmos lleno energía y vibración.

  Aquí la palabra fluye con ímpetu y llaneza, traduciendo los movimientos del corazón en su constante sístole-diástole, permitiendo que ese “obrero del espíritu que desnuda su alma” comunique un mundo personal, el cual, en tanto cale en lo profundo del ser humano, trascenderá la individualidad del artista y podrá ser interpretado por todos aquellos que compartan y transiten semejante sentir.

 La obra levanta vuelo y se transforma en comunicadora de la esencia de la humanidad, única y perdurable, a través de los cambios históricos y circunstancias. El alma se despliega así entre vivencias de alegría, esperanza, y pasa por la inquietud, la soledad, la angustia, el dolor…

 Las “Poesías Peregrinas” transitan ese camino, vertebradas por un andar maduro, reflexivo e inquieto a la vez. Desde una óptica que sintetiza el pasado, ancla fugazmente en el presente y se abre esperanzadamente hacia el porvenir. La autora nos conduce por los vericuetos de nuestro interior a través de sus rimas asonantes o libres, de sus versos de métricas disímiles. De su ritmo fuerte y turgente a veces, calmo y cadencioso, otras.

 El tiempo, en su inasible transcurrir, es una de las líneas conductoras de estas poesías, a la se le contrapone la Eternidad:

“Nuestro anhelo es atemporal,/ inabarcable./ Cuando lo ceñimos/se hace finito/ y tal vez piedra/ su esencia”.

 Ese “anhelo atemporal”, ese afán de infinito, esa ansia de Dios, conectan con el mundo desplegado en la lírica española de los “Siglos de Oro”. Desde las “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique, pasando por la mística de Sta. Teresa de Ávila o de San Juan de la Cruz, se llega a Lope de Vega y Quevedo. También se ligan al planteo de Gabriel Marcel, existencialista cristiano, para quien el ser humano está siempre en camino-“homo viator”.

  De allí que la “peregrinación” aparezca como el modo de responder a los interrogantes existenciales, fundada en el valor sagrado de la vida y en el encuentro final con Dios.

“Fuimos creados/ para el no tiempo/ al que debemos conquistar/ en el tiempo”.

“El viento es el aire/ que se desliza en el tiempo.

 El río es el agua/ que se desliza en el tiempo.

 El amos, nuestras vidas/ que se deslizan más allá del tiempo”.

 Finalmente, en el Epílogo, María Esther afirma:

  “La misión del poeta es ser canal, ser siervo útil, removedor de obstáculos, cristal propicio que transparente la sabiduría”.

  La lectura de sus poemas conducirá, a quien peregrine por ellos, a comprender más profundamente la etapa terrena y a desear trascenderlas en su coronación eterna final.



Lic. María Cristina Vázquez de Bardin



PRETEXTO

  La poesía es un puente entre dos almas, es una emanación del espíritu. A veces he intentado seleccionar algunas y desechar otras que me parecieron demasiado simples, opacas u obvias pero no he podido hacerlo o no he querido porque las amo a todas por igual. Son reflejos del espíritu y quiero que perduren.


  Dejo la selección al lector que es seguramente el protagonista de este hecho espiritual.

  El poeta simplemente vuelca su sentir, un impulso que se le impone.

 Queda en manos del lector la acción de desentrañar el significado, aprobar o desaprobar el material intangible que es el fruto poético.

  Es difícil rechazar algún latido de nuestro corazón porque es probable que cada uno de ellos tenga un destino ignorado y el corazón no puede interrumpir su curso.

 Cuando publiqué Telarañas recibí una grata acogida de mis lectores y lectoras. Palabras emotivas, inesperadas, ecos aún más poéticos que mis versos y comprendí que es el lector quien completa definitivamente la obra.

 Las poesías son meras provocaciones que llegan fortuitamente a otras almas y las hacen vibrar.

 A veces los prejuicios, impiden la libre comunicación, tan necesaria en el hecho poético, otras veces es el alma endurecida o herida la que niega la resonancia.

 Pero el arte es libertad, nadie está obligado a captar el flujo que surge del artista, de ese obrero del espíritu que desnuda su alma y desconoce hacia donde y hacia quien dirige su obra.

María Esther Lartigue



“Publicamos nuestros libros para

librarnos de ellos, para no pasar el

resto de nuestras vidas corrigiendo

borradores”.

                                                                                           Jorge Luis Borges













¡Oh pobres versos míos

Hijos de mi corazón

Que os vais ahora solos

Y a la aventura

Por el mundo!

¡Que os guíe Dios!



                    León Felipe



TRILOGÍA DE BUENOS AIRES

“Buenos Aires, mi tierra querida”

                   I

Cuando amanecemos a la vida

una brisa acaricia nuestros rostros.

Sentimos el perfume de las flores

escuchamos los trinos de las aves.

Olores y músicas, voces y colores

se transforman en parte de nosotros.

Esto es patria, es lugar, es emoción

son recuerdos, valores, sentimientos,

que atraviesan el alma.

Son misterios de un destino

que nos pone en un aquí y ahora.

Sin razones que dar

pues no sabemos el por qué,

ni aún el cómo ni el cuándo.

Aquí vivimos y reímos

y aquí también sufrimos.

Mi lugar y mi tiempo

es Buenos Aires en este siglo veinte,

tan redondo y rotundo,

tan progreso y futuro.

No elegí nacer en Buenos Aires

pero elijo morir en Buenos Aires.




                    II


Buenos Aires, te has cruzado

en mi camino

y por azar o destino

mi vida está junto a ti.



Aunque me cueste entenderte

con tus luces y tus sombras

tu suerte es también mi

suerte

y tu mal causa

mi mal.



Eres el eterno mito

de Borges y de Girondo

y misteriosa doncella

de Manucho y Marechal.



Palermo es hoy mi lugar

junto al ciego Maldonado

transformado en catacumba.

Buenos Aires fuiste cuna

y también serás mi tumba.




                  III


Gracias Señor, por mi tierra

por este Río de la Plata

de color pardo y sin brillo.

a pesar de las desgracias

que vaciaron los bolsillos.



No te cambio Buenos Aires

ni por Londres ni París

te extraño cuando me alejo

no puedo vivir sin ti.





















PAMPA

Cubierta por los pastos y los yuyos


fuiste el desierto aquel de la cautiva

sin mojones, sin marcas, sin caminos,

un sendero casual que el gaucho abría

al riesgoso vaivén de las galeras.

La soledad total de los cardales

al ñandú y la mulita protegían.



El horizonte largo y a lo lejos

la mirada sin fin que se perdía

y las lagunas llenas de totoras

donde las garzas blancas se veían

en equilibrio natural y extraño

y un chajá que volaba y con sus gritos

rompía aquel silencio al mediodía.



Hoy eres un vergel y una promesa

el hombre te marcó, ya te domina.

Entre trigos dorados y maizales

trota el caballo aquel de la conquista

y la hacienda que pasta en la pradera

forma manchas aisladas sobre el verde,

sólo el azul te cubre y te limita.