Como escrito en minúscula y letra cursiva, como mirando tras la celosía, como quisiste pintas tus días con claridad de acuarelas...así son estos cuentos, con diseño de azulejo mozárabe, sin decir, contando entre silencios.
Casi sin maquillaje, luciendo la mirada con profundidad como para poder hospedar huraca-nes, desde el rugir de las castañuelas al taconeo de una música, que se trona arpa en el recitado… Así estos cuentos tuyos. Con la humildad del Ángelus que nos regaló
Jean - Francois Millet.
Llama la autora con un leve golpeteo de nudillos sobre el cristal de la puerta cancel, para darnos un álbum desordenado de fotos, como si el álbum familiar se hubiese desencuadernado y allí duerman mezcladas generaciones, ramas de un mismo femenino fallido amos donde el hombre oculta al mundo que a veces es hostil, a veces acuna…
No dejo de buscar ese ayer compartido a la luz tierna de tu contar…con sabor de granadina y perfume de dama de noche, jazmines y magnolias foscatas…, tanto como la mística poetisa capaz de transmitir la angustia y el gozo del eterno perderse en ese Todo divino que la centra y la lanza veloz a la búsqueda a otro a quien contagiar su sed del eterno ágape.
Mujer de hoy con apostura de ayeres. Mirando la fe de aquellos que se la trasmitieron tan atávica como su perfil, tan firme como su voz.
Y recuerdo que no hace mucho me contabas como coincidió la desaparición del bisabuelo con el casamiento del abuelo…ella también atravesó la vida con señorío y alegre sencillez.
Ayer nos transmitiste en verso y prosa tu fe, hoy no es menor el obsequio, quizás aun más exótico, - tan solo y tan grande - la aventura de sencillas voces de mujeres.

Ana María Lartigue
13/08/2009