Trilogía
I
Nostalgia…
recuerdo…
evocación…
calles tranquilas
bajo un cielo abierto
y luminoso.
Las casas bajas asomaban
detrás de los jardines.
Las rosas y las lilas
coloreaban los muros
y el caminar se hacía
alegre y placentero.
Sólo hollábamos
baldosas amigables
cubiertas de palomas
con restos de rayuelas.
El tan – tan del tranvía
o el canto de un zorzal
o algún jilguero
alegraban el aire
en dulce clave.
Las casas tenían nombre
y también tenían alma,
las almas que moraban
detrás de las ventanas.
El paraíso y la tipa,
eran sombras amigas.
Allí pasaron mis primeros años
y también mi incipiente
juventud florida.
II
A ti, barrio querido
te recuerdo
en la voz de una niña
hecha canción.
A ti, mi barrio amado
yo te evoco
en juventud abierta
a la pasión.
Pasaron los cuarenta
y los cincuenta
y en ti fuimos creciendo
con candor.
Por tus calles soleadas
y arboladas
se tejió nuestra vida
y nuestro amor.
Hoy ya lejos de ti
siento el aroma
de una rosa que brinda
el corazón.
Una parte de mí
te pertenece
ha quedado prendida
en un balcón.
III
En mi barrio de casas solariegas
con los rojos malvones en macetas,
las madreselvas blancas se reían,
los jazmines soñaban en las rejas.
Se dormía la tarde en el silencio
y la noche acunaba las estrellas.
En la estación cruzaban sus caminos
cientos de historias de familias viejas,
y un saludo cordial y una sonrisa
dibujaban al verse en las veredas.
El tren reunía a todos los vecinos
en un ir y venir con sus frecuencias.
Aquel viejo y su nieto lo miraban
como se ve la vida en las vidrieras,
porque la vida para algunos pasa
con un vacío de miradas quietas,
con un silencio de ilusiones rotas,
sin esperanza de aventuras nuevas.
Era en Villa del Parque, allí mi vida
quedó aferrada a una estación desierta,
ya mi niñez y juventud pasaron
como trenes fantasmas, sin la vuelta,
sólo un camino de ida me ha llevado
a otra estación, con la esperanza incierta.
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