PRIMAVERA
I
Si nace un niño
en la casa
los ángeles la visitan,
se sella una nueva alianza
con el regalo de Dios.
Cuando amanece la vida
tan esperada y deseada,
se abren puertas y ventanas
para que penetre el sol.
Nuevas voces, nuevos cantos,
un mundo de primavera,
cobra sentido la vida
y el amor es más amor.
Duerme, mi niño, se
escucha
a través de la ventana
y canta la nana, nana
con la voz del corazón.
VERANO
II
Estalla la vida en mil colores,
el mañana es infinito,
nuestro cuerpo despierta,
el mundo nos resulta pequeño.
El futuro es proyecto abierto,
somos arquitectos de las horas,
somos alfareros de los días.
Nos mueven el amor y la verdad,
creemos todavía en el bien,
creemos en la esperada felicidad,
la meta nos aguarda,
aceleramos el paso,
las caídas no nos detienen,
somos los atletas de la vida.
OTOÑO
III
Llevaremos algunas heridas,
nuestros pies no correrán
como ágiles gacelas
pero estarán firmes sobre el suelo. Si supimos vivir plenamente,
sin máscaras ni escudos,
cuando caigan las hojas
lentamente, una a una,
sentiremos la paz y la alegría
de un peregrinar
que no destruyó la esperanza.
Y aunque el tiempo se escurra
nos sentiremos prolongados
en los hijos
y cada minuto junto a ellos
será eterno e inefable.
No esperemos más
de lo que hemos recibido.
No entreguemos menos
de lo que podemos dar.
INVIERNO
IV
Nos vamos despojando
de todo lo superfluo,
apenas necesitamos amor.
Una mirada, nos colma,
una palabra, nos sana.
El cuerpo se resiste y gime,
la mirada se enturbia
y las manos se ahuecan.
La espalda se inclina,
miramos hacia abajo,
miramos hacia adentro.
El mundo gira rápido
y ya no lo alcanzamos,
los niños se nos parecen,
ellos no tienen pasado,
nosotros no tenemos futuro.
Nuestros tiempos son breves.
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