Cubierta por los pastos y los yuyos
fuiste el desierto aquel de la cautiva
sin mojones, sin marcas, sin caminos,
un sendero casual que el gaucho abría
al riesgoso vaivén de las galeras.
La soledad total de los cardales
al ñandú y la mulita protegían.
El horizonte largo y a lo lejos
la mirada sin fin que se perdía
y las lagunas llenas de totoras
donde las garzas blancas se veían
en equilibrio natural y extraño
y un chajá que volaba y con sus gritos
rompía aquel silencio al mediodía.
Hoy eres un vergel y una promesa
el hombre te marcó, ya te domina.
Entre trigos dorados y maizales
trota el caballo aquel de la conquista
y la hacienda que pasta en la pradera
forma manchas aisladas sobre el verde,
sólo el azul te cubre y te limita.
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