Ilustraciones

Ilustraciones

viernes, 20 de agosto de 2010

Agustina

Desde muy joven había conocido la soledad, era hijo único y al morir su madre cerraron la vieja casona familiar y partieron, junto con su padre, al campo.
Se levantaban antes del amanecer para atender al ganado. Él montaba su alazán predilecto y su padre el tordillo, recorrían los puestos y según la época organizaban la siembra o la cosecha.
Su vida era rutinaria, nada lo apartaba de su monotonía, salvo una mateada con los peones o la aparición de algún forastero, hecho poco usual en esas tierras.
No conocía otra forma de vida, ese era su mundo y así era la felicidad para él.
Una tarde de mayo, cuando ya habían arreado las vacas y estaban volviendo, divisó a lo lejos un automóvil blanco que se dirigía hacia la casa principal, apuró su caballo hasta el galope y lo enfiló hacia allá. La tarde ya estaba cayendo y una llovizna fina mojaba su rostro.
El automóvil se había detenido y de él bajaba una joven de cabellos largos y ondulados, vestida a la manera pueblerina.
La observó con desconfianza, era alta, tenía unos ojos negros profundos y su boca, al sonreír, formaba dos hoyuelos a los costados, sus dientes blancos resaltaban en su tez tostada
- Se le ofrece algo - preguntó Julián
- Estoy buscando el campo de los Méndez – contestó la joven.
- No es aquí, está en el pueblo lindero como a cuarenta leguas – respondió nervioso.
Ya estaba oscureciendo y una lluvia persistente gol-peaba el alero de chapa.
- ¿Cuánto tardaré en llegar? – preguntó, asustada.
- El camino está malo, le llevará más de una hora, y
esta lluvia profundiza las huellas, con ese auto no creo que llegue – dijo el joven.
La mirada de ella se ensombreció.
- ¿Qué puedo hacer ahora? No me animo a regresar al pueblo con esta lluvia…
Julián estaba turbado, la presencia de una mujer lo fastidiaba, no sabía como tratarla.
- Si quiere, aquí le damos una pieza y algo de comer – dijo indiferente.
Ella aceptó con una inclinación de cabeza.
El padre la recibió sorprendido, Julián le explicó en pocas palabras la situación y acompañó a Agustina, así se llamaba la desconocida, hasta la habitación de huéspedes. Con pocas palabras le explicó cómo se usaba el agua caliente pues ella deseaba ducharse y luego bajó para ordenar que colocaran un plato más en la mesa.
Extrañamente después de bañarse, Julián se perfumó, buscó entre sus ropas el pulóver celeste que hacía juego con sus ojos, se observó en el espejo, era alto, fornido y sus cabellos castaños le cubrían levemente la nuca, se anudó un pequeño pañuelo al cuello y se calzó las botas nuevas, esas que nunca tenía oportunidad de usar.
Cuando bajaba las escaleras, sintió un perfume suave a jazmines que le erizó la piel, miró hacia abajo y divisó la figura esbelta de Agustina que hojeaba un libro.
Con fingida indiferencia la invitó a pasar al comedor y se sentó frente a ella.
Hablaron del campo, de los animales, especialmente de los caballos y Julián se dio cuenta de que era una experta en el tema.
Se había recibido de veterinaria y comenzaría a trabajar en el campo de los Méndez, tendría a su cuidado el haras. Julián la miraba arrobado mientras ella comía con la mirada baja. En un momento sus ojos se encontraron y rieron nerviosos.
Afuera caía una lluvia torrencial, después de la sequía prolongada era una bendición para los cultivos.
Pasaron a la sala y Julián encendió los leños.
El padre saludó a los jóvenes y se retiró a descansar.
Quedaron solos, el habló de sus experiencias sobre la cría del ganado y ella lo escuchaba admirada.
Fueron tres días maravillosos, en realidad fueron trágicos, porque la lluvia no paraba.
Julián encontraba una nueva forma de ser feliz; junto a Agustina sentía que toda su vida anterior había estado vacía, pasaron casi todas las horas juntos contándose sus vidas, sus anhelos, sus proyectos.
El cuarto día amaneció radiante, el cielo se cubrió de pájaros, Julián se ofreció a acompañarla en su camioneta y le prometió que le enviaría el coche cuando el camino mejorara.
Cuando llegaron a la estancia de los Méndez se despidieron con un beso, ella le pidió que la visitara pues necesitaría sus consejos. Julián comprendió en ese momento que desde ahora la felicidad tenía nombre.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario