Ilustraciones

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viernes, 20 de agosto de 2010

Catalina

Mi abuelo paterno era francés, de gustos refinados, de buen comer, de buen beber y de buen gozar.
Desde joven le gustó la aventura y como su madre descendía de una familia patricia quiso hacer su propia experiencia y se alistó en la campaña de Cura Malal.
Al regresar comenzó a trabajar en una dependencia oficial que controlaba los Impuestos Internos, aunque había estudiado Farmacia y esa fue su primera actividad.
La abuela había nacido en Buenos Aires, su padre era un joyero de origen florentino y su madre era de familia vasca.
La abuela Catalina heredó probablemente de su madre española una gran fe en Dios.
Era menuda, inquieta, con un gran sentido del humor y una gran fuerza para soportar los difíciles momentos de la vida.
Tuvieron su primer hijo varón, muy rubio y de unos ojos celestes transparentes al que mimaron mucho.
A los dos años nació la hija mujer para alegría de la familia.
Pero vivió apenas un par de años ya que no soportó una infección intestinal.
El dolor por la pérdida fue terrible.
Luego nacerían dos hijos varones más.
Los más pequeños eran inquietos y traviesos.
La abuela los vestía con trajecitos pulcros y los niños se escapaban para buscar aventuras.
Cuando ya eran adolescentes se ponían de acuerdo para burlar el control de sus padres.
Cuando los llevaban al Colegio del Salvador, a donde asistían, se miraban y en un mismo momento se soltaban de la mano del padre y huían. A veces, aunque no tenían licencia se escapaban con el auto.
El hijo mayor era serio, aplicado, y estudió Ingeniería.
Cuando tenía veinte años nació la hermana mujer, toda una novedad para la familia.
Fue la niña mimada y malcriada por todos.
La abuela sintió que Dios la había premiado pues compensó con esta alegría la pérdida que había sufrido cuando era joven.

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