Todas las mañanas se lo veía pasar con su perro negro por las calles del pueblo.
Era muy delgado, de estatura mediana, cabellos rizados y ojos grandes, sí, los ojos oscuros y siempre muy abiertos se destacaban en su cara alargada y enjuta.
Todos conocían su discapacidad y lo saludaban levantando la mano y agitándola, gesto que era respondido por Manuel con alegría.
Como en todos los pequeños pueblos de provincia la gente hablaba de los otros, dejaba correr chismes, rumores y hasta difamaciones, nadie quedaba a salvo del mal de la lengua.
Sólo Manuel creía que todos eran buenos y así vivía feliz.
Algunos chicos de los alrededores se burlaban y otros le jugaban bromas malignas o lo agredían.
Pero el muchacho seguía su camino en su mundo silencioso.
La vida continuó en calma hasta aquel domingo de Agosto por la mañana.
Manuel salió muy temprano con su perro Sultán y al pasar cerca de la plaza advirtió primero un olor ácido y luego una pequeña columna de humo que salía de la casa de los Sánchez.
Corrió hasta allí y comenzó a golpear la puerta con fuerza, luego arrojó piedras a las ventanas y como nadie aparecía, con un palo, rompió los vidrios del local que se hallaba en la planta baja y entró con Sultán.
Al subir comprobó que la abuela, doña Clara y los dos nietitos estaban durmiendo. Se abrió paso entre la penumbra y comenzó junto con el animal a arrastrar hacia afuera a las tres personas que estaban semidesmayadas por los efectos del incendio.
Los bajó por las escaleras y logró con esfuerzo sacarlos a la calle.
Los niños se arrastraban con dificultad y doña Clara se iba apoyando en Manuel hasta que pudieron alejarse de la casa.
Desde ese día Manuel fue el héroe del pueblo, todos lo aplaudieron y él comprendió que batían las manos porque estaban contentos.
Algunos le llevaban dulces a su casa y otros algún huesito para su perro.
Cuando pasen por Villa Grande no dejen de visitar la estatua de Manuel con Sultán.
Es el recuerdo que el pueblo quiso dejar para homenajearlos.
Hace diez años que murió, pero todos lo recuerdan cuando se acercan a la plaza y guardan silencio.
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