Ilustraciones

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martes, 17 de agosto de 2010

Eugenia

Como en muchas familias argentinas, en la de mi madre se mezclaron la sangre española con la italiana.
El abuelo era descendiente de una familia del Norte de Italia.
Su padre era lombardo y su madre descendiente de la familia más famosa de Toscana, se llamaba Luisa de Médici.
Los bisabuelos llegaron a la Argentina en el siglo diecinueve.
Tenían una empresa de venta y reparación de instrumentos musicales.
Cuidaban los pianos del antiguo Teatro Colón.
El abuelo tuvo cinco hermanos.
La bisabuela falleció aún joven en un triste accidente cuando cayó un producto inflamable y alcanzó sus ropas, murió quemada.
Más tarde el bisabuelo se volvió a casar y tuvo una pequeña.
El abuelo se casó muy joven con una española, Eugenia, natural de Lugo.
Formaron una gran familia, tuvieron siete hijos y conservaron un amor sólido hasta que la abuela murió.
El abuelo fue sanguíneo, arrebatado, algo travieso pero siempre mantuvo un gran amor por su familia.
Era alto, muy robusto, con gran sentido del humor y, a veces, también malhumorado.
De joven, según se contaba en la familia, frecuentaba la noche y gustaba de la vida placentera.
Eugenia, la abuela tan amada por sus hijos, lo esperaba amorosamente en su casa.
El abuelo desde joven trabajó junto a Natalio Botana en el diario Crítica.
Fue el decano de los linotipistas y compartió las noches bohemias con escritores, periodistas, pintores y, algunas veces, con bellas señoritas anónimas en “El Marabú” .
Gozó durante muchos años de una vida holgada y recibía en su casa a amigos y familiares para celebrar distintos acontecimientos.
Sus hermanas y hermanos también disfrutaron de muy buenas posiciones sociales.
Su único hermano varón fue escribano e intendente de Campana donde residía con su familia.
Sus hermanas se casaron con hombres pudientes y las familias realizaban fiestas donde los pequeños, entre los que yo estaba, corríamos y jugábamos.
Pero cuando tenía cerca de los cincuenta años el abuelo enfermó del corazón y su vida cambió completamente.
Se retiró de toda actividad y a lo largo de los años sufrió también la pérdida de su antigua posición económica.
Sin embargo, los hijos siempre lo ayudaron.
Sobrevivió muy pocos años a la pérdida de Eugenia.
Yo lo evoco con el nombre de Tatita, como lo llamábamos todos, y si bien sus hijos lo respetaban y trataban de “usted”, para mí fue un abuelo tierno, cercano y cómplice.

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