Ilustraciones

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martes, 17 de agosto de 2010

Juana

Mi bisabuelo paterno había nacido en Francia, en una ciudad muy hermosa situada en las laderas de los Pirineos. Sus calles zigzagueantes subían y bajaban a veces con pendientes suaves; otras, con escaleras que ayudaban a sobrellevar los desniveles.
Las casas eran muy bellas, típicas del Sur de Francia con techos de tejas y flores en los balcones.
La Catedral de Auch, así se llamaba la ciudad, era un templo gótico de piedra amarillenta con sus dos torres truncas dedicada a Notre Dame.
Esta iglesia se destacaba por el valioso coro tallado por un antiguo artesano que dedicó su vida a esa tarea y como única recompensa pidió ser enterrado en ese lugar.
Auch está considerada como la capital de la Gasconia, es famosa por su gastronomía y especialmente por sus dulces.
En su juventud estudió en Toulouse y más tarde se ocupó de los bienes de la familia en la Isla Martinica.
Había heredado el título de Barón y Señor de la Martinica.
Sus negocios lo llevaban a visitar distintas ciudades de América, y fue en Buenos Aires donde conoció a la que sería su esposa, Juana.
La joven pertenecía a la clase patricia, emparentada con guerreros de la Independencia, los Paz.
Se casaron y partieron hacia Francia donde educaron a sus hijos, aunque unos años después se radicaron definitivamente en Buenos Aires.
El padre emprendía largos viajes: recorría Toulouse, Auch, Marsella y la Martinica.
Pero un día no regresó.
Inútilmente lo esperaron hasta que tuvieron la certeza de lo peor.
Fue en mil novecientos dos cuando los terratenientes estaban reunidos tratando de resolver ciertas rebeliones en la isla.
Luego supieron en Buenos Aires que se había producido la erupción del volcán que dominaba la Martinica, el Monte Pelado. Los habitantes fueron atrapados por la lava y la ceniza, muy pocos pudieron escapar en algunos barcos que se encontraban amarrados en el puerto.
La esposa esperó siempre, hasta el día de su muerte, el regreso de su amado y la familia se derrumbó económicamente.
Los hijos sufrieron con dolor la ausencia del padre y los cambios sociales que eso produjo.
No pudieron rehacer la prosperidad perdida por las dificultades de comunicación de la época que se agravaron cuando estalló la Primera Guerra Mundial.

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