Mariana

El viaje resultó pesado, el tren se había detenido en medio del campo y las horas no pasaban.
Mariana estaba ansiosa porque le daría una sorpresa.
Jorge no la esperaba, habían hablado varias veces por teléfono y ella le contaba que se había retrasado con los trámites, ya que debía conseguir un certificado en la municipalidad y eso la demoraría una semana más.
Él la alentaba, cariñoso, para que no se apresurara, ya que sus ocupaciones apenas le dejaban tiempo para extrañarla.
Finalmente ella había logrado adelantar dos días el regreso.
Estaba anhelante, bajó apurada del tren, tomó un taxi y llegó a la puerta del departamento a las once de la noche, puso nerviosa la llave en la cerradura y entró.
No había nadie en el estar, estaba la luz apagada pero por la rendija de la puerta del dormitorio asomaba una luz y un leve murmullo llegaba a sus oídos, se acercó a la puerta y escuchó:
Nos iremos juntos mañana, cuando llegue no me encontrará, quiero vivir con vos el resto de mis días, no aguanto más esta farsa…
Mariana se volvió silenciosamente, tomó su maleta, cerró la puerta del departamento sin hacer ruido y partió.