Jn. 19. 18
¡Oh Jesucristo!, ante tu cruz me inclino
y te beso las llagas, reverente.
Transformaste el madero en este signo
que es redención y amor del penitente.
Entregaste tu sangre y sufrimiento
para vencer el mal en esta tierra
y dejaste al Espíritu Divino
para que el hombre nunca ya se pierda.
Al mezclarse tu sangre con el agua
nos uniste Señor a tus misterios.
En tu místico Cuerpo reposamos
y pedimos sanar nuestros criterios.
Quiero esconder mi rostro en tus heridas
acariciar tu frente ensangrentada
besar tus manos ya desfallecidas
y colmarme de amor en tu mirada.
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